Simple

La simplicidad de las cosas. Caminar por horas en una ciudad desconocida. Tomar el tren y cruzar el estado. Subir miles de pies para observar un lago muerto. Correr por el parque, sólo para poder respirar. Ir al parque de diversiones. Vivir con ese frío que te golpea los huesos. Eso y más.

Desear haber tenido un destino diferente. No haber nacido en esta vida, ser parte de otro país, no ser lo que soy. No haber vivido tantas caídas, no haber tenido tan pocas oportunidades, no haber luchado tanto. Ese deseo que menosprecia lo que se tiene, de forma inocente pues a veces, sí importa saber como sería todo al otro lado.

Esas miradas frente al espejo, que muestran el alma, triste, desolada… con ganas de volar. Esas sonrisas que intentan vivir y trascender. La fuerza de voluntad creada con disciplina y ganas de no ser común. Esos vuelos erráticos y sorpresivos, que al aterrizar te recuerdan que la vida es igual aquí y allá/ Ese idioma que adoptas por sacrificio, esas ganas de desligarte de tu alma mater. El cuerpo duele.

Entonces, miras la taza de café y te inspira una sonrisa. Sientes la paz que solo ese alguien por el que deseas haber tenido otra vida te da. Recuerdas las risas, los apretones de mano, los abrazos. Su voz, su calor. Aunque solo puedan estar juntos unos días al año, aunque sabes que nunca realizarás una vida junto a ese ser, te aferras a esos pequeños momentos.

Momentos que te hacer recordar que la vida que llevas, aunque no te guste y quieras volar, vale la pena. Vale la pena porque si fuera diferente nunca hubieras tenido un apretón de mano, ese calor, esos ojos que te hacen suspirar aunque no puedan ser tuyos. Y vale la pena vivir mil años así, si puedes tener una noche con ese ser que amas. Una vida diferente no sería nada, si no tuvieras esa sonrisa que te quita el aire y te hace caer en la tierra. Esas simples cosas te hacen querer la vida que llevas.

Chicago, Illinois