A ustedes mis otros ojos en la guerra.
Esta es la canción que sonó ese día.
El verano se nos acaba. Comienza agosto y el clima tropical nos quita fuerzas, nos da sueño e influye en nuestro humor. Camino por La Parguera, bien al sur de la isla, lejos del bullicio que se vive en San Juan. Me senté en una barrita humilde. Estaba vacía. Pedí vodka con limón. En ese instante en el que mis labios hicieron contacto con la fría bebida sonó esa canción. El corazón se me paralizó. Me costó tragar y respirar. Una vez recuperado del espanto comencé a reír.
Esta canción nos ha
llegado a muchos. No pude evitar traer a mi mente las anécdotas contadas una y
otra vez en aquel claustro obligatorio. Esos mensajes que nos llegan de
madrugada y que no sabemos como contestar. Esas noches en las que se sale
corriendo porque no resultó como se esperaba y hay que ir a brindar apoyo. Esas
disculpas que se piden por hablar de más. Esos “estoy bien” que lo piden a
gritos es no me dejes así.
Estos sacos de hormonas
químicas que somos; tenemos la necesidad de sentirnos amados. Siempre pecamos
de “egoístas” y escogemos ese amor que nos destruye de a poco, que nos consume
pero que resulta peor dejar ir. Esa necesidad de que esa persona que tanto anhelas
te diga “ya no hay nada que perder”.
Todos y cada uno de
ellos y ellas vinieron a mi mente. Desde el más bravo en botas hasta la más
sentimental en tacones altos por las barras de Miami. Todos y cada uno tienen
el derecho inapelable a que alguien le diga: “You don't ever have to be on your
own…”.
Mientras, esperamos
juntos juntando para que a final de año ese esperado viaje al Caribe se haga
realidad. Mientras compartimos una Coca-Cola de dieta en Miami viendo el lago
artificial. Mientras nos hacemos de una carrera y corremos contra el mundo.
Mientras leemos hasta la media noche metidos en una biblioteca. Mientras damos
clases de ingles para poder vivir cerca de la playa. Mientras escribimos un
libro. Mientras vendemos zapatos en una tienda departamental. Mientras perdemos
todo y lloramos como recién nacidos. Mientras nos preguntamos dónde esta.
Mientras estudiamos arte, literatura y ciencia. Mientras luchamos por
sobrevivir un día más. Mientras corremos por Central Park. Mientras nos
enfocamos en crear una empresa. Mientras sudamos al sol. Mientras cada uno se
hace dependiente de si mismo. Mientras tomamos un avión.
En espera de ser lo
suficientemente libres como para poder ser amados por ese alguien que “divinamente”
ya fue asignado.
Y llegará ese día.
Estoy seguro que para todos llegará porque tenemos esperanza en la vida.
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