20120308

Pequeños cambios

Los jueves he tomado la costumbre de sentarme frente al mar a beber sangría. Allí me reúno con dos o tres neuróticos, de esos que aún ven la vida con esperanza. Entre copa y copa, nos envolvemos en esas tertulias que tanto me gustan, y que al irme a San Juan abandoné. Todos tenemos un punto de vista distinto, todo se ve a conveniencia del ojo que lo mira.

Todo el mundo quiere hacer grandes cambios. Quisiéramos que nadie sufriera. Quisiéramos que el mundo fuera perfecto y que las guerras, la política y la sociedad lleguen a ese acuerdo utópico en el que todos estemos en paz. Muchos encuentran la solución en la revolución, otros en el socialismo. Yo no voy muy lejos…

Yo no aspiro a lograr grandes cambios. Me he dado cuenta de que con pequeños actos de camarería; puedo lograr cambios. No digo que este mal querer cambiar al mundo y sus inquietudes pero ¿para qué pensar en grande si con mis manos, pequeñas, puedo cambiar las cosas?

Me refiero a comenzar a hacer pequeños cambios. Como compartir el almuerzo con el compañero de trabajo al que no le alcanzó ese día para comer.  Es sentarse en la escalera de la universidad con esa amiga y llorar junto a ella sin juzgarla. Es darle una flor a la anciana que caminaba por la plaza, sola. Es apoyar a otros cuando el mundo está en contra de su relación por ser del mismo sexo. Es darme como el mar, porque la vida es espuma.

Quizás no logre erradicar la pobreza en África. Probablemente nunca vea el gobierno perfecto.  Seguramente no veré a blancos y a negros juntos. Nunca veré esa aceptación hacia las parejas del mismo sexo. Pero yo estoy haciendo pequeños cambios.

Esos pequeños cambios que en algún momento juntarán fuerza, valentía y peso, y harán ese gran cambio que todos deseamos. 

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