Esa mañana del 5 de diciembre de 2011 abrí los ojos y al mirar por mi ventana vi todo blanco. Me levanté emocionado y corrí afuera. El frío me recibió de golpetazo y sobre mis hombros caían pequeños cristales.
Justo com dijo el gringo, cuando vivía, todo era blanco y hermoso. Una alegría inmensa invadió mi ser. Esa era la señal que tanto había esperado. No más tristeza. No más dolor.
Mientras corría como un niño de cinco años y jugaba con mis compañeros de trabajo, sólo decía a los cielos: “Gracias, porque sé que tu y abuela están bien.”
La nieve dejo de caer esa noche. Justo en el aniversario del primer mes de la muerte de mi abuela. Pero esa noche, pude dormir. A sabiendas que Miguel “El Gringo” y mi abuela, estaban en un lugar mejor. A sabiendas que sus fantasmas no me atormentarán más en las noches, porque sé que fui el mejor nieto y el mejor amigo que ellos han podido tener. Y aunque no los tengo cerca, los siento.
Un nuevo comienzo, eso significó para mi la nieve.
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