20120120

De regreso a casa.

Una vez más el destino me juega una de las de él. Estoy en el sur de mi isla. Un trabajo permanente por los próximos dos años y de regreso a todo aquello que alguna vez abandoné. 
Mientras compartía una botella de agua, pues el médico me prohibió el café, con una gran amiga, resumimos que la vida, en efecto, es como el cuento del conejo. Una alegoría infantil en la que un conejito intenta escapar de su hogar, alejarse de su madre. El conejito intenta esconderse convirtiéndose en pajarito, pero su madre se convierte en árbol y este se posa en ella. Intenta escapar nuevamente, convirtiéndose en pez, pero su madre se convierte en río. Exhausto, el conejito le dice: entonces no huiré más, es mejor que esté en casa.

Y es que en casa lo tengo todo. Aunque las ganas de correr sean constantes, sé que este es el lugar al que pertenezco. Y aunque corramos lejos siempre regresamos a donde empezamos. No sé cómo después de tanto regresé aquí, pero aquí estoy. Lleno de ganas de vivir. De contar las historias que tengo trabadas en la garganta. De borrarme las cicatrices que el tiempo dejó. De sanarme los poco moretones que quedan, de continuar. 
Y aunque los vacíos parecen eternos, la realidad es que aquí en casa es donde mejor se recuerda. Donde menos duele el pasado y donde se puede llorar a sabiendas que tendré un hombro donde recostar mi mentón.

Y es todo tan sencillo aquí. Todo tan exacto. Todo como siempre fue. Todo lo que necesito. No todo lo que añoro, pero sí lo que necesito.  

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