20100802

La Rosa de los vientos


Nota: Mientras lo lees, reproduce el video adjunto.

Cada mañana, aún cuando el sol no había salido, caminaba solo. Respirando el frío único que se sentía en la Rambla, esa humedad única que caracterizó, para mí, ese lugar donde todo comenzó. Caminaba a diario hasta la parroquia, recibía la misa que un cura repugnante daba. Cada mañana intentaba llenarme de fe, de confianza. Y creo que funcionó.

“Y que mi luz te acompañe pues…”

Cada tarde, a eso de las tres, nos sentábamos Ana y yo en la acera del colegio. Ella con su guitarra, yo intentaba entonar nuestra canción. Cada tarde, entre risas, cantos desafinados, hablábamos de cómo la vida no era lo que siempre esperamos. Ana es más grande que yo, se graduó ese año que nos conocimos. Hace más de tres años que no la veo, no tengo idea de donde está, pero sé que nunca olvidará esas tardes en las que compartimos lo mejor del otoño, lo mejor del invierno. 

“Y si te sientes perdido con tus ojos no has de ver, hazlo con los de tu alma y encontrarás la calma…”

Dos años después, en la universidad, cada mañana iba a la cafetería y me sentaba con Andy. Frente a un plato de huevos revueltos, tostadas y jamón, leíamos el periódico. Comentábamos cada noticia, cada detalle, cada letra. Esas frías mañanas de principiantes en la universidad, fueron únicas, marcaron una etapa de crecimiento crucial en mí. Fue cuando desperté a la realidad, cuando me di cuenta de que ya era casi-grande.

“Pues la vida es un jardín, donde lo bueno y lo malo se confunden y es humano no siempre saber elegir…”

Los veranos solía pasarlos en el oeste de la isla, en el rincón más hermoso del mundo; Aguadilla. A diario iba a la playa, caminaba durante horas, me tiraba en la arena y pensaba, a veces en nada. Allí volví a descubrirme, volví a soñar. Me redefiní, supe lo que quería de la vida, lo que me gustaba. En esos veranos, cuando la fe me faltó y quería olvidar mis martes, y sólo recordar mis viernes, en ingles me apoyé en quien menos pensé.

“Si siembras una ilusión y la riegas con tu amor…”

De vuelta a las ecuaciones matemáticas, encontré entre diversos artefactos, eso que siempre busqué; una amistad sincera. Días pares, no podía parar de reír, no podía para de llenarme de aromas, despedidos por la felicidad única de la complicidad. Entre bailes, químicas, danzas, azucares, sales, dulces, bosques, amores, tecnología, ríos y sexo, todos fuimos uno.

“Brotará en ti una flor…”
Una tarde de mayo, lo que falló, volvió a resurgir de entre los escombros. La familia, lo único que realmente tendré para siempre.

“Tu rosa de los vientos seré…”

Hoy de camino al norte, me siento en el balcón, café en mano. No puedo dar las gracias, pues nunca acabaría, porque no puedo medir las pequeñas alegrías que he tenido, que me han llevado a ser lo que soy. Esos momentos, esas personas, son lo que hacen que hoy siga en pie.

“Será difícil arrancar la maldad…”

Y sonrío, el estomago se  me llena de emociones, al recordar cada momento, con los que están, con los que han partido y con los que no regresarán porque su piel murió. Y aunque no sepa elegir, aunque me pierda, sé que sólo bastará con recordar cada uno de estos momentos. Sólo recordar aquella guitarra y su melodía mientras las hojas caían, sólo aquel frío mañanero, sólo aquella playa blanca, sólo aquellos largos pasillos, sólo eso.

1 comentario:

Eduardo Galarza dijo...

BRUTAL, BRUTAL Y BRUTAL