20100616

Melodrama

¡Para que no me re-jodas!

Las siguientes líneas, nunca antes las he hecho publicas, ni siquiera por la boca.



Tenía trece, cuando por joder a mi papá, entré a una escuela de teatro. Nunca me ha gustado el hecho de sentarme dos horas a ver a cuatro pendejos gritando, por lo tanto, no era buen actor. En una escuela de estructura antigua, porque no conozco la palabra correcta para ello, conocí a la Che. Recuerdo como hoy cuando hablaba con su acento de española y la s y la z se confundían. Mi primera impresión fue; ¡Y esta pendeja! El caso es que comenzamos a tertuliar, en grupo, en la clase de dicción. Aún me acuerdo cuando nos contaba los problemas que tenía con la vecina que era novo-progresista y de cómo nos reíamos con sus ocurrencias. Una niña que siempre quería acaparar la atención. La primera vez que le hablé fue cuando leyó frente a clase un ensayo sobre su nombre y de cómo muy pocas personas lo pronunciaban bien. En aquel entonces, yo conocía de literatura lo mismo que conozco hoy de ingeniería. Me acerqué y le dije; tremendo, me gusta como escribes. 

Así pasaron los días en la escuela más “cool” de la historia. Me uní al consejo de estudiantes, revolucionarios pro-huelga, pero al estilo wannabe. Me convertí, sin dudarlo, y no quiero que lo niegues, en la mano derecha de la Che, quien era la presidenta. Juntos organizamos varias actividades. Con mi apoyo, que siempre fue de los mejores y mi diligencia ante ciertos asuntos, lográbamos que las actividades fueran un éxito. Ahora que lo pienso, me pregunto si realmente fueron un éxito, siempre teníamos el mismo publico, tres maestros de teatro y cinco pelagatos de la comunidad. Sin darnos cuenta la amistad creció, podíamos pasar horas sentados en cualquier lugar jodiendo a todos, junto a la Tetanic, nuestra fiel defensora. 

En esta parte de la historia pierdo la línea del tiempo sobre lo que pasó. Sólo logro ubicarme en las navidades, cuando ella publicaba artículos semanales en el periódico, mientras yo tenía un blog-msn. Ella me comentaba, yo la llamaba y le decía que su artículo fue buenísimo, hablábamos de la escuela, de los padres y de cómo detestaba a su sobrina la gritona. Celebró su cumpleaños y yo fui invitado, era en parte de sus mejores amigos. El cumpleaños no está claro tampoco en mi memoria, pero si recuerdo el karaoke y la canción de Arjona “Mujeres”. Esa noche, antes de irme, me despedí de sus padres, una imagen que tengo bien grabada en la memoria. Ambos estaban sentados en una mesa en la cocina, con un biscocho de chocolate, conversaban cuando entré y me despedí dándole las gracias. Ese día me gané a la que sería mi suegra por tres o cuatro días.

Las navidades llegaron, seguíamos hablando. Pero no fue hasta enero, que ninguno de los dos entiende cómo, nos hicimos novios. La cosa es que en dos días la comunidad artística lo sabía. Ella se veía risueña, pelúa como siempre, y parecía que bailaba cuando caminaba. (No lo niegues, todos se dieron cuenta.) Yo me sentía perdido entre los gigantes pasillos y la relación que no entendí bien hasta mucho después. Luego de esa primera semana de “gloria”, rompimos, justo después del primer beso. Estoy seguro que yo no fui un desastre besando pero ella si lo entendió así. Corrió hacía una guagua blanca, se montó y no la volví a ver en varios días. Sucede que no es fácil co-existir en un lugar, donde el secreto es a voces y donde chocamos en cada pasillo en repeticiones de aproximadamente cinco minutos. Aunque no lo crean, a pesar del rechazo y las burlas yo me enamoré. 

Todos lo sabían, incluso ella, quien no podía aceptarlo, quizás, por miedo. Mi cambio fue radical. Llego el año sénior, se graduaría. Yo en cambio abandoné las artes, que detestaba y regresé a los deportes. Me olvidé cuasi-por completo de esa situación.

Siempre he sido un derrochador y me cuesta perder ante todo. Así que un enero de 2007 regresé a la escuela. La piel quemada por el sol, unas libras menos, un celular roto y una mesa en un café. Vi la obra que ella misma había escrito y que le publicarían. Hice esa noche una buena amiga, a quien le conté todo. Entre conversaciones y presiones, regresé a la escuela. Me matriculé en cinco cursos. Todos conocían de la corta relación que ambos tuvimos y de cómo acabó. Todos sabían que aún yo estaba interesado en ella, pero ella vivía en su mundo de flores y carpetas de colores. Como era una situación publica, todos, incluso una nueva adquisición, un pequeño pingüino blanco (<----hombre, no lo tomes personal si lo lees), se encargaron de arreglar las cosas, o mejor dicho terminar de joderlas. 

Y se jodieron. Ella se fue para el norte, yo me quedé en el sur. Seguí actuando pésimo mientras escribía cada noche. Descubrí que no era malo haciéndolo y decidí estudiar literatura. Ella venía a la escuela cada viernes, a visitar, pero yo sabía que venía sólo por verme y averiguar si algo en mí había cambiado. Ahora usaba tacones, tenía tarjeta de crédito y aseguraba estar enamorada de chocolateros, curas y uno que otro empresario. Tenía nuevas amigas que le enseñaban el arte de beber y fumar, mientras yo seguía recluido en el colegio de monjas. Yo me volví poco interesante. Decidí entonces alejarme, dándome por vencido. Allá ella con sus amigos, sus licores y su estúpido arte; fue mi pensar en ese momento. Me envolví en la vida que siempre tuve. Amigos ricos, monjas gritonas y pasta cada viernes mientras veíamos deporte.

Una noche, la chica, ya no tan Che, llamó. Y así seguimos conversando de cómo era su vida en la capital, de lo bello que resultaba todo. Esta vez, yo no escuchaba interesado. De tanto rendirme y creerme vencido, me lo creí. Ella en cambio, era la interesada está ocasión. No sé en que momento comenzaron a llegar mujeres a mi vida. Muchas me llamaban, me buscaban, me invitaban a salir. En un abrir y cerrar de ojos, me vi en el espejo y no me reconocí. Había crecido, era casi un hombre, mi físico lo demostraba y mi mentalidad lo afirmaba. Dejé de ser el niño que se enamoró de la pelua y no quise saber nada más de ella, para cumplir con el rito de exorcizar todos los antiguos presagios.

Entré a la universidad, mi vida cambió. Desconocía totalmente de la chica, aunque la pensaba de vez en cuando. Cambié mi teléfono celular luego de una patética cena en un restaurante que no voy a mencionar. Cada vez, ella me llamaba y pasaba algo en lo que terminábamos de malas. Lo que significa que aunque ambos, éramos adultos, ella con perlas y periódicos, yo con ron y matemáticas, seguíamos sin superarnos. Nunca quise perder su amistad porque ella es buena conversadora, un relajante natural y sé que la persona más fiel que se puede conocer, pero después de habernos besado cien siglos de historia atrás, no podíamos ser amigos. 

Los amigos que ayudaron a que todo se jodiera se marcharon, poco a poco. Ella sólo conservo a su pingüino blanco y aún lo tiene de mascota en su casa, sólo que ahora, cuando conversa conmigo y él trata de decir algo, ya no es tan relevante como hace años atrás. Ahora ambos hablamos de los vicios carnales y de qué será ella quien me defenderá en mi divorcio. Mientras contemplamos la diversidad humana, intoxicamos nuestros cuerpos con la reliquia ancestral llamada licor.

Tacones, maquillaje y tequila. Ya no es la Che. Ahora es ella, mi amiga y la que fue mi primer amor. Las relaciones pueden evolucionar de muchas formas, la nuestra lo hizo, espero no estar errando, para bien. Luego de habernos destruido más de cien veces, luego de yo haber sido gay según todo su circulo, luego de ella haber sido moisés (Nunca creí que fueras fea, si no créeme, jamás te hubiera besado) seguimos en la búsqueda de un poco de dignidad. 

Luego de su depresión, de su odio radical hacía mi, sigue ahí. Conociéndome más bien de lo que creo y aunque diga que la sorprendo, sé que ella todo se lo espera. Ella me lee como un libro abierto y yo comprendo sus arrebatos y sus distorsiones, por eso seguimos siendo amigos.

Recuerdo casi todo lo que paso como si fuera ayer. Desde el libro que nunca leíste hasta la almohada de lechoncitos que rompiste. Es solo que es cuestión de orgullo no decirlo. Guiño.

PD: Aunque sea un comentario espero.

1 comentario:

Editora dijo...

You just kill it... the melodrama ;)